El pasado fin de semana la escuela se iluminó de rojo para asistir a una jornada mágica en la que tras un proceso artesanal las fotografías emergen del liquido revelador como por arte de magia. Un momento que no olvidarán sus protagonistas, los asistentes al taller «Revela tu primer carrete», que ya se ha convertido en un clásico de cada temporada.

La vuelta al laboratorio es sin duda alguna una aventura fascinante sobre todo para quienes nunca antes han practicado la toma de fotografías con película en blanco y negro.

El taller, que este año hemos ampliado a tres jornadas, pone en práctica todo el proceso, desde la toma de fotografías con cámaras analógicas, antiguas y modernas. Cada alumno recibe una película para trabajar durante dos días, carrete que luego procesaran ellos mismos con ayuda de los monitores.

¿A oscuras?

Enfrentarse «a ciegas» con un carrete que parece cobrar vida dentro de un saco negro sin más posibilidad de domarlo que la técnica aprendida momentos antes requiere ciertas dotes de paciencia, pero sus sonrisas les delatan cuando lo consiguen en unos minutos.

A continuación el proceso químico, después del saco, ya parece un simple juego pero requiere concentración y eso lo aprenden rápido. Han transcurrido apenas 15 minutos y llega el momento culmen: Sus películas están reveladas y sus caras de asombro y satisfacción lo dicen todo. Tras el intercambio de emociones, sus trabajos cuelgan del tendedero a la espera del próximo paso.

Olor a hiposulfito y rojo pasión para despertar los sentidos

El rojo de la luz inactínica, que todo lo envuelve, escenificando la revelación del misterio, fue la gran protagonista de la segunda jornada que comenzó con la realización de «fotogramas», técnica básica que no requiere de equipamientos para impresionar las primeras huellas de luz, y que dio paso a conocer de cerca «la ampliadora» con la que se realizaron copias de los negativos. Todo un «bautismo» en química fotográfica.