Exposiciones
JUAN MANUEL CASTRO PRIETO
El espacio intimo
Del 09/01/2004 al 30/01/2004
....Siempre amó la soledad y tenía mis rincones favoritos para soñar. Tumbado en la penumbra del pajar pasaba horas observando las motas de polvo danzar en los rayos de luz que entraban por los agujeros del techo. Colocaba mi mano delante de la luz y la movía. Los dedos aparecían y desaparecían. El sonido de la carcoma royendo las maderas era mi compañía. En el campo también tenía mis lugares mágicos. Mirando a un punto indeterminado del paisaje, soñaba que cuando creciera me compraría una cámara de fotos para llevarme a Madrid el brillo de la mica en las piedras, las bellotas entre las hojas de las encinas y las vacas en los prados. Cuando ya mayor redescubró la fotografía, mi primer carrete lo tiró a Cespedosa y el retrato de mi abuelo Isidoro lo tomó en este carrete, en la caseta de sus Corrales. Fuera caía una tormenta de verano. Siempre vuelvo y siempre con la cámara, intentando atrapar mi memoria y mis sueños. Fotografió a mis hijos y a los hijos de mis primos y me recuerdo cuando yo también era un niño. Recorro los interiores que me acogieron y me parecen más pequeños que entonces. En los inviernos me gusta pasear por el campo y volver a los lugares de mi recuerdo: El Moralejo, Pramercado, El Toconal, Muñopepe, El Pilón Viejo, Las Huertas, El Cañuelo, El Ocinillo, El Guango, Los Corrales. Y los fotografió una y otra ves obsesivamente . La luz invernal es más triste y me dejo inundar por la melancolía. Al llegar la noche ilumino los lugares con un foco y en la soledad sueño con otras realidades. Después vuelvo al pueblo. Voy a ver al abuelo Pablo, el único que me queda y sigo escuchando sus historias, cada vez más difícil orselas. Luego regreso a casa de mis padres, a mi casa; y sentado al lado de mi padre, escucho el dulce sonido de mi madre poniéndome al día de sus vidas mientras prepara la cena.