Exposiciones
CAMINO LAGUILLO
Inward
Del 17/10/2010 al 20/12/2010
Voy en un coche por la gran ciudad. Circulo libremente hasta que una luz roja me obliga a detenerme. Pienso entonces en el paraiso, donde todo debi� de ser verde. Frondoso, virginal, pac�fico y muy, muy verde. Un permanente aburrimiento pastoral en el que yo me hubiera sentido bastante bien tumbado en las riberas de sus arroyos o contemplando los atardeceres (el dia antes de que se inventaran los piojitos de cigarra, por supuesto). En toda aquella acumulaci�n de libertad e indolencia sólo hab�a un peque�o objeto de color diferente, una min�scula pieza de frujo roja que allí, colgada en uno de sus millones de �rboles, destacaba por encima de todo lo demás. La primera aparici�n de lo prohibido no fue algo horrendo, claro que no, sino tentador, brillante, hipn�tico. La parejita felliz dio vueltas a su alrededor, el hombre siempre prudente, la mujer menos precavida. Sólo hac�a falta un peque�o paso para pisar el acelerador y saltarse el primer sem�foro de la historia. Ya saben qui�n lo hizo y los penosos d�as que han venido después. Desde aquellos tiempos el color rojo se ha impuesto al verde, las hormigas dictan sus leyes a las cigarras, la moral frena nuestros arrebatos de indolencia, el trabajo es salud y el hombre se ha convertido en un pobre imb�cil que se dedica a discriminar, condenar y eliminar a los que no adoren al color rojo. Los que vienen con �nfulas liberadoras acaban inventando nuevas prohibiciones, los visionarios sólo ven incrementos del rojo sobre el verde, los cient�ficos hablan de cat�strofes. Hemos conseguido rodear nuestra existencia de manchurrones rojos que nos indican lo que no debemos hacer. Ante ellos permanecemos est�ticos, mudos, como si la vida se suspendiera a la espera de una orden superior. Todos los que me acompa�aban en el sem�foro parecen pensar en lo vivido y en lo que queda por vivir, pero no hay tiempo para concluisiones porque pronto volver� la luz verde y todos seguiremos rodando, esperando nuevos instantes de prohibici�n en los que nuestras vidas est�n protegidas por las grandes manzanas, rojas por fuera, podridas por dentro. Nadie tiene la felicidad escrita en el rostro, tal vez a�oren los primeros d�as del mundo, cuando no hab�a luces que prohibieran en nombre de la seguridad y el orden. Lo más dram�tico es que si elimin�semos el rojo de nuestras vidas no sería el verde el color que lo sustituir�a. Ser�a el negro. Semaforo verde. Todos se ponen en movimiento menos un coche camuflado en el que una chica parece que toma fotografías de los conductores. Es indignante. Alguien Deber�a prohibirlo. > Federico Fuertes Guzm�n