Una experiencia creativa con Julio Álvarez Yagüe que nos dejó fascinados.

Disfrutar cada segundo del placer de crear imágenes

El pasado fin de semana experimentamos en la Escuela UFCA una nueva aventura motivadora y llena de magia con el taller «El paisaje inventado», un viaje hacia los lenguajes menos explorados de la fotografía con los que, sin utilizar medios mecánicos (sin cámara), explora todas las posibilidades de la química fotográfica y la respuesta de las sales de plata a la luz para crear imágenes únicas, que solo requieren de nuestra capacidad creativa.  

Hasta la saturación y vuelta a empezar

Como preámbulo, el viernes, Julio ofreció una conferencia abierta a todos los públicos  como parte del programa de Encuentros con la Fotografía y la Palabra, en la que nos habló de su trayectoria y sus contantes búsquedas de la inmediatez experimental desde sus inicios en los ochenta, utilizando medios analógicos y como digitales en el nuevo milenio. El acto, que de nuevo completó su aforo, se desenvolvió en una cálida relación entre ponente y público, generando un enriquecedor debate sobre las relaciones de los fotógrafos con sus imágenes.

Y llegó el taller que lo cambiaría todo

Un aula transformada en laboratorio recibía a primera hora de la mañana a una docena de inquietos alumnos que tras una primera parte sobre la teoría de los procesos, se enfundarían un mandil y, sumergidos en la calidez de la luz roja, seguían con entusiasmo y al pie de la letra las instrucciones del maestro. Lo primero fue conocer la química y los materiales, luego hacer las tiras de prueba para deducir los tiempos de luz y cuales serian los resultados sobre el papel sensible y de ahí a los primeros «fotogramas» imágenes donde quedaban registrados los diferentes objetos puestos sobre el papel, experimentando técnicas básicas, de múltiples exposiciones, efectos de movimiento, collage, etc.

La intención y el azar en los lenguajes creativos

La sesión de tarde se dedicó a los «quimigramas», imágenes en las que para su realización  se utilizan diferentes químicos fotográficos, revelador, fijador, virador, etc., y no requiere luz de seguridad. Los resultados son de apariencia abstracta pero cada autor aporta un importante grado de intencionalidad que modulará con el conocimiento de la técnica y sus capacidades creativas, aprovechando también el capricho de las reacciones de la respuesta de los químicos a las distintas combinaciones y donde al aparecer los primeros resultados surgieron unos sonoros «oooohhh!!» y fue aquí donde Julio saco la artillería en forma de brochas, pinceles, plumines de caña y  pulverizadores para líquidos,  donde los que tenían más dominio de la expresión plástica se movían como pez en el agua, aunque en muy poco tiempo el resto hizo suyo este lenguaje logrando piezas con resultados increíbles.  

En la recta final del taller el ambiente era de euforia entremezclada con agotamiento y una sensación común: Haber vivido una experiencia creativa inolvidable y haber adquirido una base de conocimientos sobre expresión plástica más que motivadora.

Esta experiencia con uno de los más experimentados fotógrafos de nuestro país nos ha descubierto nuevos caminos de expresión  basados exclusivamente en el uso de la química fotográfica, donde los granos de plata y la luz se convierten, sin más, en elementos para la creación plástica.