Cuánto daño se hace a la cultura con políticas populistas y pueblerinas… Lo del Centro de Arte de Alcobendas colma el vaso de los despropósitos.

Hace un par de semanas me llegó la noticia de un nuevo revés a la cultura, en esta ocasión relacionado con uno de los centros de fotografía más prestigiosos de nuestro país, el Centro de Arte de Alcobendas» todo un referente que desde 1994 prestaba una especial atención a la fotografía española y que hizo posible un sueño «La Colección de Fotografía de Alcobendas» en la que en sus inicios Manuel SonsecaJosé Vicent Monzó y Luis Revenga fueron los encargados de estructurar y darle sentido y de la que en la actualidad es José María Díaz-Maroto quien esta al cargo de ella. El de Alcobendas ha sido un referente que ha sido el ejemplo para todos los que trabajamos día a día por dignificar la cultura y el arte contemporáneo. Y lo peor de todo no es el cese de su coordinadora Belén Poole, que también, una brillante funcionaria que ha hecho más que bien su trabajo. No, lo peor, otra vez más en estos acontecimientos son los argumentos utilizados, las razones del cambio anunciado por la nueva Concejala de Cultura Charo Tamayo, publicadas en El Cultural: …»que el centro esté más orientado al público local con actividades para todas las audiencias… y la perla como remate final: «…como instalar un belén gigante en el hall.»

 

Nos es la primera vez que hablamos de ello, ya lo hicimos en 2010 sobre el desaparecido CEHIFORM (Centro Histórico de la Fotografía de la Región de Murcia) o en 2016 cuando comenzó el declive del CAF (Centro Andaluz de la Fotografía). Ahora una vez más surge un nuevo desatino. Que bien utilizaba esta palabra el amigo Jorge Rueda.

 

A continuación publicamos el comentario publicado en su perfil de facebook de nuestro amigo y compañero Manuel Sonseca, una opinión que compartimos y queremos dar voz:

 

Una vez más se cumple la incomprensible máxima, indecente y trabucaire de la política española para solaz de los ignorantes: cambiar lo que funciona.

Y en esta ocasión, con el agravante de intentar convencernos de que la verdadera cultura es la de la caverna propia, lo de fuera no interesa. El abrir al mundo las mentes locales es peligroso, no sea que aprendan algo y acaso no les guste lo que sus mandatarios ofrecen. Crear paletos es una prioridad para la clase política y uno de los pilares fundamentales de los totalitarismos: sólo lo nuestro importa.

Cambiar el contenido de un Centro de Arte por el de una barraca de feria es fácil, rentable, populista y de una demagogia nauseabunda. Corren malos tiempos para la cultura, la fotografía y, lo que es peor, para ese “conjunto de costumbres y normas que dirigen o valoran el comportamiento humano en una comunidad”, es decir, la ética.

Comenzó todo con el despropósito del CAF en Almería, ahora la sala Amárica de Vitoria está a punto de hundirse tras haber logrado sus cotas más altas de visibilidad gracias a la gestión de Gemma Besa y, ayer, como quien dice, el cese de Belén Poole en Alcobendas y el abandono “voluntario” de Soledad Gutiérrez en el Centro de Madrid. ¿Hasta cuándo tendremos que tolerar la intromisión de políticos incapaces de respetar la labor de los técnicos que sí saben lo que hacen? ¿Hasta cuándo esta manipulación torticera y partidista en la gestión cultural en general y de la fotografía en particular? Estamos huérfanos y desamparados, sin esperanza, porque este viento envenenado viene de todos los lados del espectro político.

 

Ustedes tienen el poder, hagan lo que tengan que hacer, pero no oculten su bajeza moral y su traición, bajo el manto cínico y paternalista de proteger ¿el qué, a quién, a sus propios intereses? Ese no es su cometido.

 

Querida Belén, acabas de ingresar en el selecto club de los dignos marginados, de los honestos, ¡enhorabuena!

 

Pues ahí queda eso… ¡Que rule!.